Natalia y Juan, madrileños de corazón, soñaban con una boda pequeña y exclusiva, mirando al mar.
Eligieron un balcón al borde del Mediterráneo, en Alicante, donde el sonido de las olas y la brisa marina crearon un escenario inmejorable.
Rodeados de su gente más cercana, vivieron una celebración íntima, llena de momentos únicos y cargada de emoción.
Cada detalle, pensado con mimo, reflejaba el lujo de lo auténtico, esa magia que solo tienen las bodas deliberadamente pequeñas.
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